El Trueno se descolgó esa tarde desde el cielo. Iba furioso y sus destellos se estrellaban en las rocas del río, en medio de una garúa hundiéndose entre las copas de los àrboles. Mientras descendía vertiginoso a la tierra recordó el reciente desafío. "Yo puedo gritar más que usted", le había dicho un hombre blanco al Trueno. Por eso el Trueno caía echando chispas como un preludio de la pelea. Cuando se disipó la humareda el Trueno ya se había ido. Cuando el hombre blanco se restrgó la cara halló un rastro de ceniza y cada vez se reconoció menos. El antiguo desafiante es ahora un mono aullador, de pelambre oscura. Es el mismo que aún desafía al Trueno en las tardes de sol.
Tomado del libro Los dioses mágicos del Amazonas. Editorial Pegasus, 2000 |